Señor Monago, no diga tonterías

El otrora presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, se autodenominaba “verso suelto del PP” cuando realizaba políticas nada heterodoxas acorde a la ideología y programa de los populares. Estas acciones populistas le situaron en el centro del candelero y fue José María Aznar quien le paró los pies, sucumbiendo posteriormente a los encantos de Alberto en cuanto nombró sucesora, cual monarquía absoluta, a la consorte Ana Botella. Todo esto le ha llevado a Ministro de Justicia en lo que sospecho y temo es un camino inacabado.

A tenor de estos resultados, Monago pretende emularle en la tierra de conquistadores, Extremadura, donde los datos de pobreza, analfabetismo y desempleo siguen navegando en las mismas aguas donde naufragó el extinto PSOE. Ha ignorado Monago, que una tontería no es una acción política, y que tampoco le acompañan evoluciones sociales que demuestren su valía.
    Las declaraciones de Monago no se desentienden de un terreno abonado por la chalanería socialista que ha existido por 30 años en las regiones más deprimidas de España. Monago ha elegido voluntariamente la histeria política con un lenguaje demagógico y unas ocurrencias propias de “leires y pajines” que ya pillan de vuelta a una ciudadanía esquilmada por la era Zapatero.
Desde la propuesta de la creación de una “Secretaría del Amor” que sorprendió a propios y ajenos, calificada por Rita Barberá, González Pons y Ana Pastor como una tontería, al menosprecio e insulto por la opinión de más de 40.000 firmas, muchas de ellas votantes del PP que le sacaban los colores;  pasando por el golazo que le metieron, como vil truco de la estampita, en la firma de un acuerdo con una institución madrileña, creyendo que se trataba del mismísimo MIT y acabó siendo un club de amigos, reduciendo a la Junta de Extremadura al hazmereir de turno. Monago se está redescubriendo públicamente como quien es: un político mediocre que depende del voto de Izquierda Unida para gobernar, y que no se encuentra a la altura de lo que necesita y merece Extremadura.
Para completar su biblioteca de vergüenzas ha manifestado que no se deben mezclar convicciones y leyes. Ha menospreciado con ello todo el proceso democrático e ignorado la voluntad ciudadana ¿Para qué creen que le han votado? ¿Qué es un gobierno político entonces? Porque, todo lo demás que hace falta en un Estado ya lo hacen los funcionarios públicos.Sobre todo ¿Qué pensar de aquellos que abandonan las convicciones cuando entran por la puerta del gobierno? Échense a temblar.
La intelectualmente raquítica biblioteca de Monago ha querido rematarse con la siguiente bazofia declarativa: “la división derecha-izquierda ha quedado bastante obsoleta”. O sea, lo mismo que Groucho Marx cuando decía: “estos son mis principios, pero si no le gustan aquí tengo otros”.
Lo malo, es que Monago es un “barón” del PP y presidente de la Junta de Extremadura, no un actor cómico… por muchas tonterías que haga o diga y quiera parecerse a ellos.

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