Carencia de valores
La aparición de las
“tarjetas opacas” de una entidad financiera que fue rescatada con dinero
público y está implicada en el feo asunto de las preferentes sin
escrúpulos, afecta a militantes del PP, PSOE, IU y sindicalistas. Todo
un entramado de connivencia política silente que acallaba las vergüenzas
a golpe de tarjeta o de poder.
Montoro
anuncia que se siente especialmente afectado por este hecho. Debería
existir un cabreo-barómetro para medir el nivel de hartazgo que los
españoles tenemos sobre las declaraciones de este ministro que nunca ha
estado a la altura, ni de las circunstancias, ni de sus compañeros de
gobierno, ni de cómo se dirimen estos asuntos.
Pero la cuestión no son esas tarjetas, ni otras, es la carencia de valores éticos y morales, la inexistencia de un liderazgo de honestidad, la extensión por esta piel de toro de un cáncer llamado latrocinio, sea corrupción, fraude social, delito societario, apropiación indebida o cualquiera de esa infinidad de variantes que existe en un país en el que la picaresca es un género literario.
Este asunto es algo que no debiera provocar extrañeza ¿Qué esperar de un país que no respeta el derecho a la vida? Si no existe el más elemental de los derechos naturales, cómo podemos esperar que exista un derecho al trabajo, a la educación, a una vivienda digna, a una sociedad justa y honesta. Por qué extrañarse de que alguien nos robe si el Estado, no solo lo autoriza, sino que también sufraga que esa misma persona pueda asesinar a un ser humano.
A veces un árbol no nos deja ver el bosque. En esa focalización que la sociedad tiene sobre aspectos netamente económicos, en si nos roban o no, en si tendremos trabajo o no, nos olvidamos de aspectos mucho más importantes como es el derecho a una vida digna, en la que, no solo no nos roben, sino que también construyamos una sociedad más justa y próspera.
Hay que tener alturas de miras y tener claro qué tipo de sociedad queremos construir, porque en la actual están fallando muchas cosas: la educación, la laxitud moral, la inexistente ética, el sistema judicial y un gobierno con tantos frentes abiertos que puede acabar con el Estado, sin olvidar la aparición de populistas totalitarios.
Ese derecho al pataleo que ejercitamos con cada noticia de este tipo que sale a la luz, deberíamos hacerlo con mucha más fuerza por otros hechos más luctuosos para la sociedad y que sin embargo son transgredidos diariamente por gobierno y oposición, como son el derecho a la vida, a la libertad de educación, a una sanidad universal…
Pero no podemos perder de vista que la carencia de valores no es una cuestión de gobiernos o del Estado, salvo para el socialismo y su adoctrinamiento. Esa carencia pertenece al ámbito de lo privado, de lo que un niño recibe en su casa y observa en su entorno.
Pero la cuestión no son esas tarjetas, ni otras, es la carencia de valores éticos y morales, la inexistencia de un liderazgo de honestidad, la extensión por esta piel de toro de un cáncer llamado latrocinio, sea corrupción, fraude social, delito societario, apropiación indebida o cualquiera de esa infinidad de variantes que existe en un país en el que la picaresca es un género literario.
Este asunto es algo que no debiera provocar extrañeza ¿Qué esperar de un país que no respeta el derecho a la vida? Si no existe el más elemental de los derechos naturales, cómo podemos esperar que exista un derecho al trabajo, a la educación, a una vivienda digna, a una sociedad justa y honesta. Por qué extrañarse de que alguien nos robe si el Estado, no solo lo autoriza, sino que también sufraga que esa misma persona pueda asesinar a un ser humano.
A veces un árbol no nos deja ver el bosque. En esa focalización que la sociedad tiene sobre aspectos netamente económicos, en si nos roban o no, en si tendremos trabajo o no, nos olvidamos de aspectos mucho más importantes como es el derecho a una vida digna, en la que, no solo no nos roben, sino que también construyamos una sociedad más justa y próspera.
Hay que tener alturas de miras y tener claro qué tipo de sociedad queremos construir, porque en la actual están fallando muchas cosas: la educación, la laxitud moral, la inexistente ética, el sistema judicial y un gobierno con tantos frentes abiertos que puede acabar con el Estado, sin olvidar la aparición de populistas totalitarios.
Ese derecho al pataleo que ejercitamos con cada noticia de este tipo que sale a la luz, deberíamos hacerlo con mucha más fuerza por otros hechos más luctuosos para la sociedad y que sin embargo son transgredidos diariamente por gobierno y oposición, como son el derecho a la vida, a la libertad de educación, a una sanidad universal…
Pero no podemos perder de vista que la carencia de valores no es una cuestión de gobiernos o del Estado, salvo para el socialismo y su adoctrinamiento. Esa carencia pertenece al ámbito de lo privado, de lo que un niño recibe en su casa y observa en su entorno.
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