La guerra con el código penal en la mano


Si a lo que está pasando con el golpe de estado catalán Mariano Rajoy lo llama tener todo controlado, no llego a imaginar qué sería para él una concatenación de sucesos imprevistos, descontrolados y atropellados en los que toda respuesta se improvisa.
El Gobierno no ha estado a la altura de las circunstancias, y la verdad es que tampoco nadie lo esperaba. Lo acontecido con los golpistas catalanes no demanda ofertas de diálogo ni acciones de timidez ni pusilanimidad; sino la demostración de un Estado fuerte, cohesionado y sin fisuras capaz de hacerle frente, con la ley en la mano, a desafíos que amenazan su existencia y con ello la paz y prosperidad de los españoles.
La enfermiza prolongación de la enfermedad catalana, la agonía de un referéndum que nunca tuvo garantías ni legales ni reales,  sólo ha traído más sufrimiento, la radicalización de la postura golpista, la alienación de los canallas, la movilización de los dudosos y la justificación de los que odian a España. Nunca se le presentó mejor oportunidad a un gobierno español de hacerse valer, y este lo ha tirado por la ventana. Eso sí, lo ha hecho con toda pompa y boato, con la movilización de 14.000 agentes de seguridad que han demostrado lo enormemente valiosos que son para todos.
Al Estado español, su jefe, el Rey Felipe VI, y el Gobierno sustentado por una mayoría popular necesitada de apoyos que apenas tiene, ha mostrado que le tiembla la mano a la hora de hacer respetar los valores que nos mantienen cohesionados. En ningún momento se ha salvaguardado el Estado de Derecho: existen y siguen existiendo listas negras, represalias por pensar diferente, acoso y agresiones al CNP y la Guardia Civil, adoctrinamiento en las escuelas, utilización de niños y adolescentes, manifestaciones violentas no autorizadas, desobediencia a los tribunales, medios de comunicación férreamente controlados,... y todo ello podría haberse evitado con la aplicación del famoso 155.
Ahora que los senegaleses nos visitan con frecuencia, es interesante observar que en su cultura existe un proverbio que afirma que: “Cuando no sepas a dónde vas, párate y mira de dónde vienes” . No hace falta mirar muy atrás para comprender que hemos llegado a donde hemos llegado porque hemos tolerado lo intolerable. Da la impresión de que si queremos mejorar la financiación autonómica o tapar algún pufo, hay que organizar un golpe de Estado, y sobre todo que existen competencias que nunca debían haberse transferido a las autonomías.
El Gobierno ha tenido la oportunidad de revelarse como verdadero valedor de los intereses de los ciudadanos, y se ha mostrado como un agente relativista y medroso, con una visión muy corta, pues ya nadie duda de que tras Cataluña vendrá Navarra, Euskadi…
Como dijo Churchill al pusilánime gobierno de Chamberlain frente a la amenaza nazi: "Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra; elegisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra". Afortunadamente, por ahora, aunque algún descerebrado ya ha lanzado bombas incendiarias contra un cuartel de la Guardia Civil, la guerra se lleva a cabo con el código penal en la mano.

Jorge Uriel Gómez

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