Lo innecesario
Hasta esos límites hemos llegado. A tener que enseñar, como a párvulos, qué es lo que es correcto y qué es lo que sobrepasa los límites de la honradez. El absurdo ha adquirido dimensiones tan mentecatas que incluso llegan a cifrar en euros, 20 euros, los regalos que pueden recibir los cargos políticos. Nada dicen de la intención o naturaleza de los mismos, o de la cantidad de veces que pueden aceptarlos.
Cuando se cree que es necesaria la aparición de un código de buen gobierno, es síntoma evidente de que ya es demasiado tarde, y lo hace en balde. Admitiendo que un gobernante ha llegado a su madurez intelectual, aunque a veces todo apunte a lo contrario, los que no han asimilado el Decálogo durante su vida, o al menos a partir del quinto mandamiento, difícilmente van a asumir en su madurez un código de muchísima menor fuerza moral como es un código de buen gobierno. Quien no asimiló “no robarás”, fácilmente se plegará ante la corrupción, quien no asumió “no mentirás”, cómodamente pronunciará discursos falaces y presentará programas quiméricos.
De modo similar ocurre con las declaraciones de bienes ¿O acaso creen que el ladrón hace aflorar sus ilegítimas riquezas cuando se lo preguntan? ¿Por qué creen que se denomina dinero negro? Las declaraciones de bienes que se hacen públicas solo valen como comidilla de mentideros y chascarrillo de tertulias aburridas.
La regeneración política no se va a hacer dando un barniz de apariencias a todo un entramado de maldades que han actuado a modo de quinta columna contra unas instituciones cargadas de buenas intenciones para el servicio de la democracia a los ciudadanos. Lo peor que puede pasarle a un barco es tener un mal capitán por mucho que este se vista de un blanco reluciente y cegador.
El verdadero código de buen gobierno es el cultivo diario de las virtudes humanas, no sólo las denominadas cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza; sino también todas a las que estas agrupan. No espere un buen gobernante en quien no practica un esfuerzo de mejora personal diaria.
No queramos descubrir América de nuevo. El camino a la honradez y la honestidad está escrito desde hace cuatro mil años y se trasmite de padres a hijos, lo enseñan en la mayoría de las escuelas, y se nota en gran parte de la sociedad. Los manuales de buen gobierno y la obligatoriedad de declaraciones de bienes de políticos evidencian una carencia absoluta de valores, muestran la ausencia de una ética elemental y la clara intención de manipular a una sociedad que necesita que le demuestren que sus gobernantes no son barrabases.
Todo esto me recuerda la cita de Dürrenmatt: "Tristes tiempos estos en los que hay que luchar por lo que es evidente."
Jorge Uriel Gómez
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